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Alberto Gala • Mar 01, 2023
Meditación, luces y sombras

¿Son bondades todo lo que desprende la meditación? Quizás no.

Nos movemos en el misterioso universo de la mente, que como ya expliqué en el post "Mente y cerebro", no debe confundirse con el cerebro.


La mente es misteriosa, subjetiva, no material, no orgánica, escurridiza para la ciencia y para todo proceso de investigación.

Lo que la experiencia me ha ido enseñando es que la mente es un “generador de necesidades”, que posteriormente transmite al cerebro de una manera un tanto confusa.


Una vez que estas necesidades son recibidas por el cerebro, éste las incorpora al mundo biológico y las va dando forma de acuerdo a las características del ambiente físico que le rodea. Este órgano ya tiene un lenguaje que parece que entendemos mejor, el del pensamiento, los estados emocionales, el manejo y coordinación de los sistemas corporales, el lenguaje verbal, escrito, corporal.


Así la mente va realizando un viaje a lo largo de la vida de la persona  como generador de necesidades. Me gustaría destacar tres características significativas que nos ayuden a comprender mejor al inquilino invisible, al susurrador de nuestro cerebro:


1. La mente no fundamenta su actividad en términos orgánicos. 


No formula necesidades en términos de : necesito comer, necesito dormir, necesito hacer ejercicio, necesito sexo, necesito trabajar, necesito dinero, necesito estudiar, etc.


Para ese lenguaje tenemos al cerebro, que ejerce de manera similar a lo que hace un intérprete o un diplomático. Imaginemos que una delegación de un país lejano, con otra lengua, cultura y costumbres llega a nuestro país y para poder recibirlos y entenderse adecuadamente, tenemos un intérprete y un diplomático. Ellos conocen la lengua, las costumbres y los significados de las costumbres en ambas culturas. Así son capaces de generar un entendimiento.


El cerebro, de manera similar, ejerce de mediador, de traductor e intérprete, de diplomático entre lo no orgánico, la mente, y el mundo físico, el cuerpo, el entorno, la sociedad, la familia, etc. Como mediador y como agente de campo, el cerebro busca sobre el terreno aquello que la mente necesita, aquello que la mente está pidiendo. Pero sucede que el cerebro es un nuevo jugador en una partida que ya está empezada, ya está avanzada, ya tiene otros jugadores, tiene muchas normas de muchos tipos, tiene antecedentes de muchos tipos, tiene muchas batallas ganadas y muchas perdidas, tiene versiones muy distintas del propio juego, tiene muchos bandos o equipos, tiene jugadores limpios y tramposos, tiene…de todo. En otras palabras, que el recién llegado se incorpora al mundo real.


Esta llegada requiere un proceso de adaptación, una fase de acompañamiento, guía y protección. Es como incorporarse a una autovía llena de vehículos a toda velocidad con un triciclo o una bicicleta y pretender circular con normalidad. Sería una catástrofe. Será la familia, el entorno social, la escuela y las circunstancias de cada lugar y momento histórico las que den la bienvenida al recién llegado al juego y le generen las primeras impresiones de cómo funciona éste.



2. La mente ejerce de aliado y de traidor.


Pudiera parecer que la mente, como creador de necesidades siempre tiene buenas intenciones. Nada más lejos de la realidad. 

La mente está llena de fuerzas contradictorias también, como el mismo juego del mundo físico orgánico.

La mente crea y transmite la necesidad de:

  • conocer el mundo exterior, el mundo físico
  • conocer el propio cuerpo y sus formas de funcionamiento
  • expresarse a través de hacer algo bien, ser uno mismo a través de una actividad, autorrealizarse.
  • valerte por ti mismo, ser autónomo en el mundo físico y social.
  • ser feliz
  • descubrir quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos


Así nos introduce en el juego con una perspectiva, con fuerza, con rumbo, con dirección. Nos lleva al juego de la realidad con ganas de posicionarnos, con ganas de crecer, de aprender, de conocer, de vivir, de luchar por algo.


Una vez que la mente transmite esas necesidades al cerebro de forma clara, contundente, el cerebro tiene que lidiar con el juego de la realidad, con el funcionamiento del propio cuerpo, con las circunstancias familiares, sociales, con el entorno educativo y social, político. Es muy probable que se produzca un choque entre las fuerzas internas y las fuerzas externas. 


Como resultado de ese choque, las fuerzas externas pueden moldear las internas, que se rinden ante el enfrentamiento. Entonces la mente se rinde, se conforma, se adapta, reniega o modifica sus necesidades originales en definitiva nos traiciona. Pero también las fuerzas internas pueden empujar con fuerza para avanzar a pesar de las condiciones externas, entonces la mente ejerce de aliado, se reafirma, confía e impone sus necesidades originales y auténticas.


No es infrecuente encontrarnos en una situación en la que la familia y el entorno educativo y social nos quieran encaminar hacia una profesión o estilo de vida determinado pero que en nuestro interior haya una voz que nos diga que nuestra verdadera pasión, profesión o estilo de vida es otro, que nuestro camino de autorrealización no coincide con el propuesto por nuestro condicionamiento educativo. También sucede de forma habitual que las características o las vías que nos hayan propuesto para ser felices o que las respuestas que nos ofrezcan en relación a quiénes somos, de dónde venimos  y a donde vamos, no generen la paz, tranquilidad y felicidad que la mente necesita.


La persona puede llegar a un momento de ruptura entre su actividad cerebral y su relación con el mundo exterior, el físico orgánico y social, y su mundo mental interior, el de las necesidades invisibles.


Encontramos dos formas habituales de encarar esa ruptura:

  • la religiosa. El despertar de la Fe.
  • la trascendental no religiosa, la espiritualidad.


La persona con fe, creyente de una y otra religión tiene un bastón invisible muy fuerte en el que apoyarse ante las aguas turbulentas del largo y antiguo juego de la realidad en el que se ha metido y tiene respuestas para el quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Hereda normas y principios de una tradición religiosa.

En cambio la persona no religiosa, que no siente la fe, encuentra otra herramienta que también le conecta al mundo interior sin tener que pasar por ser miembro de un club con deidad gobernante. 


Tiene la meditación. La comunicación con su interior, sin palabras, sin necesidad de un lenguaje, sin mediador. A solas con la profundidad de la mente, sin condicionamientos del mundo exterior, al margen de la sociedad, de la familia, de la escuela, de la cultura, del conocimiento, de las emociones, de los miedos, de las creencias…

Puede tener un matiz espiritual o no.


Ah, parece tan maravilloso. La meditación permite al no creyente insatisfecho de la relación entre su mente interior y la realidad exterior un espacio de tregua, un momento de respiro, un ángulo nuevo de visión, una perspectiva no impuesta, no condicionada.


3. La meditación como peldaño o como escalera.


La meditación supone un cambio de estrategia en la relación entre la mente y el cerebro. Ese cambio nos permite ampliar esa relación, modificarla, descondicionarla. 

Entonces se convierte en un paso, en un peldaño de esa relación en la que desde el mundo cerebral, corporal, emocional, físico, social, respondemos a las necesidades de la mente.

Otra cosa bien distinta es convertirla en la escalera, en el camino a través del cual nos relacionamos con la mente para resolver sus grandes necesidades y para saber si la mente está jugando a ser aliado, traidor o agente doble.


Mi paso por la meditación fue breve, hace ya muchos años, fue un peldaño. Veo que en el mundo actual muchos la están convirtiendo en escalera. Algún día se caerán de ella si les separa demasiado del suelo.


Quien avisa, no es traidor.








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