Es fácil caer en tópicos en relación a este asunto, pues nos movemos en la gran subjetividad del mundo interior. Voy a abordarlo desde mi experiencia personal, sin traer a colación las opiniones de terceros. La existencia del ego como parte de la esfera psíquica del individuo, genera dos tipos de posicionamientos principales.
Por un lado se encuentran aquellos que están decididos a “matar al EGO”. Para tal propósito primero hay que identificar y prestar atención a nuestra manera de sentir, de pensar y actuar para poder diferenciar al Yo del Ego, y así ir separando esas dos facetas que habitan en cada uno de nosotros. A través de esa toma de conciencia, el ego, acostumbrado a tener poder y ser protagonista de la vida del individuo deja de tener el apoyo del Yo y como una plantita a la que dejamos de regar y prestar atención, se irá debilitando y secando hasta que, si realizamos un buen trabajo, llegue a desaparecer.
Por otro lado se encuentran aquellos que no tienen problema en una convivencia a tiempo completo con su ego, pues entienden que es una parte necesaria y que cumple su función en el desarrollo de la persona, puesto que ejerce algo similar a lo que podría ser el representante de un artista, o el agente literario de un escritor. El ego canaliza al Yo en la relación de éste con los demás o con la sociedad, actuando así como un enlace necesario entre ambas realidades.
El debate probablemente es inagotable y cada cultura y grupo social lo ha tratado de una manera a lo largo del tiempo.
Trataré de aportar algo de claridad desde mi experiencia práctica, destacando 5 aspectos o puntos de vista que seguro te sorprenderán.
De entre todos los modos de identificarle, el que más me gusta personalmente es el de “programa” o “programación”, no solamente en el sentido informático, sino también en el de programa académico.
Lo que ya nos pone otro debate muy interesante sobre la mesa, cómo distinguir y diferenciar las funciones o dimensiones de la mente y el cerebro. Lo dejaré para otro post.
El ego nace, crece y evoluciona en la mente. Allí encuentra cobijo en aguas tan profundas y de difícil acceso que le dan seguridad para cumplir sus objetivos.
Desde la profundidad de la mente se desarrolla como un árbol de doble tronco: el tronco espiritual y el tronco racional. Los dos troncos producen ramas y ramificaciones que harán brotar sus hojas y sus flores, miles, de todas las formas posibles y colores. Así despliega un gran espectáculo, el de las mil formas y los mil nombres, que le sirven para cautivar a todos sus objetivos, los seres humanos.
Es con ese juego tan astuto e inteligente, que hace que el cerebro, ese conjunto de células nerviosas con capacidad de pensamiento, de sentimiento y de gestión de todos los sistemas biológicos del cuerpo, caiga rendido a sus artimañas.
A través de su tronco racional, desde la mente, nos transporta a los mundos de la filosofía, de la ciencia, de la lógica, de la política, de la razón, de la competitividad, la disciplina, el liderazgo, la estrategia, la resiliencia, el entretenimiento, la jerarquía y la obediencia, las pasiones, la frustración, el rechazo, la dependencia…
A través de su tronco espiritual, desde la mente también pues es su morada y cobijo, nos ofrece la alternativa de lo universal, la unión con la naturaleza, lo sistémico, el ser, el yo, la quietud, la iluminación, las creencias, la fe, la espiritualidad, la religión, los dioses, el yin y el yang…
Con este juego, el de ocultarse en la profundidad de la mente y bajo su doble tronco poli bueno poli malo, teje toda su red de influencia, es decir, lo abarca todo. Todo, o casi todo.
Tanto si estás en el grupo de aquellos que buscan “matar al Ego” como si eres partidario de una buena convivencia sin peleas, la mala noticia es la siguiente:
El Ego, crece y se desarrolla a lo largo de tu vida, y a partir de los 40 años ese árbol estará inundando tu cerebro, a los 60 años, el 85% de tu actividad cerebral estará tomada totalmente por tu ego.
Debes saber que a este habitante de tu interior no le importa si tienes preferencia o tomas partido por su tronco espiritual o por su tronco racional, le da igual pescarte con la caña o con la red.
Atrapará tu cerebro a través de Hegel, de Aristóteles o de Newton, a través de Hermes Trimegistro, de la Física Cuántica o de la Astronomía, a través de la genética, del evolucionismo Darwiniano o del Creacionismo Monoteísta, te recibirá encantado en el Yoga o en el Budismo, en el Sintoísmo o a través del Chamanismo, puedes elegir el método de meditación que más te guste, el mindfulness o el LSD y la Ayahuasca…
La lista no tiene fin, la tela de araña del ego tiene mil caras y mil nombres, sólo tienes que elegir en cuál caerás.
En realidad la vida está al margen del ego, es anterior a él. El ego es un hacker, un programa que se introduce en el flujo de la vida y ejerce de parásito.
He tenido la experiencia personal de entrar en la profundidad de la mente y ponerme cara a cara con el doble tronco del ego, es como un pulpo de dos cabezas, con miles de tentáculos que lo abarcan todo.
Impresiona, impacta, da miedo. Cuando le miras de frente, él ya sabe que no te puede atrapar, sus tentáculos ya no se adhieren a ti. Es mental, no es físico.
Y ¿Qué queda cuando el engañador de las mil caras y los mil nombres es descubierto? Nos queda la intuición, la naturalidad, la improvisación, el fluir, la alegría, la salud, expresarse sin inhibiciones, nos queda la sensibilidad, el sentido del tacto, el sentido común, el soplo vital, la energía biológica del cuerpo, jugar, nos queda conocer y experimentar el mundo que habitamos, la autorrealización, la felicidad, nos queda el misterio inagotable de lo cotidiano, la incertidumbre, el orgasmo…, nos queda mucha vida por vivir.
Nunca es tarde si la dicha es buena. Identifica tu Ego, no está en tu cerebro, no está en tus pensamientos, sentimientos o acciones, se expresa a través de ellos. Está en la profundidad de tu mente, quizás demasiado profundo para que puedas verlo. Profundiza pues, no te conformes, no te quedes por el camino. Identifícalo y una vez que le hayas visto la cara, decide qué hacer.