La mente humana tiene una doble naturaleza profunda. Por un lado es original, única, auténtica, expansiva, abierta, intuitiva, misteriosa, expresiva e indomable. Por otro lado es rígida, limitante, programable y controlable. Esta doble naturaleza nos somete a una prueba constante de vigilancia, nos debe mantener alerta ante el invasor interior que bajo cualquier apariencia trata de instalarse en una zona oculta y profunda, y desde allí crecer usando sus mejores artimañas.
Las programaciones mentales utilizan varias estrategias para aprovecharse de nuestros recursos.
Tienen poco poder cuando somos más pequeños y toman todo el control cuando somos adultos.
Desde allí, lugar misterioso en una dimensión no física, a través de una mecanismo poco conocido, se encargan primero de la toma del cerebro. Esto les otorga una ventaja clave. Desde el cerebro tienen a su disposición inteligencia, pensamiento, creatividad, recursos emocionales, capacidad ejecutiva para decir y hacer lo que haga falta. También tienen control sobre la fisiología, sobre los órganos y sistemas.
Esa es la baza de ubicarse estratégicamente en la profundidad de la mente. Desde la mente se crean las necesidades. Las programaciones se fijan, aprenden cuáles son las necesidades profundas espontáneas y naturales de la persona, y las van suplantando, modificando, copiando, imitando y desviando, para TOMAR CONTROL sobre la persona sin que ésta se de cuenta.
Generar necesidades falsas desde la profundidad de la mente para tomar el control mental, cerebral, emocional y físico de la persona es el sistema de funcionamiento real de las programaciones mentales.
Son estructuras parásitas.
Entonces, si son tan astutas, tienen sistemas defensivos y de camuflaje, ¿Cómo detectarlas?
Tenemos dos grandes estrategias de detección, una subjetiva, a través del comportamiento, del diálogo, de la conversación, de la observación. Otra más objetiva, a través de la evolución física, del cuerpo.
Cada una de las dos tienen sus características.
La primera es una estrategia psicológica.
La segunda es una estrategia corporal, de la evolución de las características y capacidades físicas en el tiempo.
Muy en términos generales podemos hacernos a la idea, que las programaciones mentales nos causan dos tipos de efectos generales:
Otro factor importante que constituye una ventaja a favor de las programaciones y una desventaja o dificultad en la labor de DESPROGRAMARSE es el factor tiempo. Llevan tanto tiempo instaladas en la vida de las personas que la mayoría de ellas están totalmente normalizadas e integradas bajo el patrón de “es lo normal”, “es lo que conocemos”, “es como se ha hecho siempre”, “es lo más razonable”, “es así porque lo dicen los que saben, los que mandan o los que han estudiado o tienen cierta autoridad de tipo académica, intelectual, popularidad o directamente poder económico, político o en los medios de transmisión de la información como los libros, la prensa, las universidades, etc.”
Resumiendo, lo que hay que tener bien presente, es que DESPROGRAMARSE, eliminar nuestras programaciones mentales es un camino contracorriente en varios frentes:
Voy a destacar este último punto para que nos demos cuenta de uno de los errores y fallos más importantes en el abordaje de la inmensa tarea de la desprogramación. Para completar esta tarea hace falta energía, energía, mucha energía: Soplo Vital.
Hay programaciones menores, medianas y está la GRAN PROGRAMACIÓN O PROGRAMACIÓN RAÍZ. Cuanto más grande la programación y más profunda, más energía necesitaremos, no es una estrategia mental únicamente. Para obtener energía necesitamos del cuerpo, que es desde dónde se obtiene. Por tanto hay que conocer bien a fondo los mecanismos fisiológicos del cuerpo y del Soplo Vital para poder DESPROGRAMARSE a fondo.
¿Para qué ir en contracorriente en tantos frentes? ¿Merece la pena? Libertad, salud, autorrealización, felicidad y misterio, por lo menos todo eso nos espera por delante de la DESPROGRAMACIÓN. Merece la pena muy de largo.
No hay tiempo que perder, comienza ya.